Nanda Yasoda

Hay quienes trabajan el arte como un fin. Y hay quienes, como Nanda Yasoda, lo cultivan como una forma de vida, como un lenguaje para decir lo que a veces ni el cuerpo alcanza a nombrar. Desde el desierto del norte chileno ese territorio áspero que guarda bajo su superficie historias enterradas y olvidos, Yasoda compone fragmentos: teselas, trozos de cerámica, memorias sueltas, nombres de mujeres que no caben en los libros escolares.

En el mural “Entre el aire y la tierra”, hecho junto a internas del Centro Penitenciario de Antofagasta, no hubo espectadores: solo cómplices. La obra, parte de la Bienal de Arte Contemporáneo SACO 1.1, no colgó de un muro blanco: nació directamente desde el encierro y habló de alas. De esas que se dibujan antes de existir. De las que devuelven el cuerpo al deseo de ser visto, de sanar.

En CHACO 2023, uno de los espacios más relevantes del arte contemporáneo en Chile, presentó Fragmentos en Movimiento: un conjunto de obras en mosaico que respiran desde lo tridimensional, en colores que no solo se ven, sino que se sienten. En ellas, el mosaico deja de ser superficie para volverse vibración, testimonio en carne cerámica.

Pero Yasoda no solo expone: expande. Su práctica ha dejado huella en las Ruinas de Huanchaca con Lo que está en la superficie, una obra en colaboración con Dominique Vispo que reescribe el pasado industrial con poesía en piedra. Ha estado en Santiago de Cuba, en Pinar del Río, en el GAM, en Tocopilla con el rostro de Andrés Pérez, en la ZICOSUR con Lenka Franulic. Siempre desde lo colaborativo, siempre desde una ética de lo colectivo que rehúye el protagonismo y abraza lo común.

Formada en la Escuela Jotja de Barcelona (2014), diplomada en Microcuradurías por SACO (2022) y titulada en Arte y Gestión Cultural en AIEP Antofagasta (2024), Nanda no responde a las lógicas del arte centrado en la autoría ni en la firma. Trabaja en comunidad. Vive en comunidad. Y su obra es ese rastro compartido que deja lo vivido cuando se vuelve materia.

Su archivo no está solo en museos ni en galerías, sino en los cuerpos que tocaron arcilla, en las manos que aprendieron a cortar cerámica, en los barrios que redescubrieron su reflejo en un mural. En su sitio web, en su Instagram y en su LinkedIn pueden encontrarse las huellas. Pero su obra, la verdadera, está en la grieta: esa donde aún late el calor de lo humano.