Sentido de pertenencia

Ayquina, 2025

El mural Sentido de pertenencia no se limita a ocupar un muro: lo transforma en un cuerpo vivo que respira con la comunidad que lo rodea. En su superficie hecha de mosaicos y pigmentos de la tierra se concentra algo más que una imagen; allí se sostiene un relato que habla de devoción, resistencia y continuidad cultural. La escena que se representa —el traslado de la Virgen de Guadalupe hacia Turi— es tanto memoria como presente, rito como acto de pertenencia que se reactiva año tras año.

Trabajar con mosaico no es casual: el fragmento se vuelve metáfora de la condición humana y social. Cada pieza, con su forma y color singulares, solo cobra sentido cuando se encuentra con las demás. Así, la obra recuerda que lo común se construye desde lo diverso, que no hay comunidad sin multiplicidad. El muro no muestra una imagen cerrada, sino que encarna un modo de estar juntos: distintos pero unidos en una misma superficie.

El mural, además, funciona como un espejo. Al mirarlo, no se contempla solo a la Virgen ni el rito, sino la trama invisible de vínculos que sostienen a Ayquina. Esa red está hecha de historia, de fe, de prácticas compartidas, pero también de emociones: cuidado, memoria, reconocimiento. La obra propone entonces una experiencia que excede lo visual. Se trata de una invitación a detenerse y dejarse mirar por la obra, a sentir que pertenecer no es un concepto, sino una emoción que se encarna en lo cotidiano.

Sentido de pertenencia es también un gesto de resistencia frente a la pérdida de memoria, a la homogeneización de lo cultural. Aquí, el arte no busca monumentalizar ni fijar, sino activar. El mural se instala como un espacio de conversación entre generaciones: una obra que dialoga con los devotos, con los habitantes del pueblo y con quienes llegan desde fuera. La pertenencia se convierte en un acto vivo, renovado cada vez que alguien vuelve a posar su mirada en el muro.

En ese sentido, este mural no se reduce a ser un objeto estético: es una práctica social y afectiva. La creación, lejos de ser solitaria, se sostuvo en la colaboración de múltiples voces y oficios, mostrando que el arte se expande cuando se comparte, cuando se hace en conjunto, cuando se vuelve parte de una comunidad.

Agradecimientos
Este proceso fue posible gracias a la presencia y apoyo de muchas personas que acompañaron y sostuvieron la obra. Agradezco a Leonel, sociólogo de comunidades, cuya mirada ayudó a profundizar en el sentido social del proyecto; al padre David y al obispo Tomás Carrazco, por su guía espiritual y cercanía; a mis compañeros de oficio, Gonzalo San Martín y Leonardo Rojo, por su colaboración creativa y generosa; y a Anita, asistente en terreno, cuya presencia constante desde el primer día hasta el último dio fuerza y continuidad a esta experiencia.